Encontraréis
este artículo, cuando menos, chocante en un blog que pretende dedicarse a la
literatura. Pero creo que cualquier cosa uqe se escribe con el corazón es
perfectamente válida. Y éstas son cosas que hay que sacar.
La del miércoles
pasado (9 de mayo) era una noche especial. Especial porque jugaban dos de mis
equipos rojiblancos. Especial porque mi Athletic llegaba a una final europea
después de 35 años. Especial porque en 114 años de historia, era nuestra
segunda final europea. Especial porque estamos haciendo una temporada que, hace
unos años, ni siquiera habríamos soñado.
Vi el partido
pertrechada con camiseta, bufanda, bandera, y con mi otra camiseta y el gorro
pertinentemente enfundados a Jareth, mi peluche de cabecera.
Y pagamos lals
ansias y la falta de experiencia. No fue un partido brillante -por parte del
Athletic, porque el Atlético se lució-, pero sí fue memorable.
Porque la
camiseta verde, con los colores de la Ikurriña, la llevaban un grupo de
chavales, un grupo de amigos -como los definió Iker Muniain en El Partido de
las 12-, que hace un año veían una final semejante casi imposible para el
equipo.
Todos y todas
lo veíamos casi imposible. En estos tiempos de fichajes millonarios y fichas
estratosféricas, de libre tránsito de jugadores comunitarios, nuestro Athletic
suena a excesivamente romántico o insultantemente obsoleto. Pero esa es
precisamente una de nuestras señas de identidad y, creo, la que más une a la
afición. ¿Que últimamense te ha ablandado esa política, dirán algunos? Pues
vale. Algún medio de defensa habrá que tener. Si los demás fichan libremente
por toda Europa…
Hace años, con
Luis Fernández en el banquillo -sí, el que enganchó por el pescuezo a Mourinho,
por aquel entonces segundo entrenador de Bobby Robson en el Barça-, se llegó a
conquistar un subcampeonato de Liga. ¡Y qué bien supo aquello!
Y ahora,
cuando más de media afición clamaba para que no se nos fuera Caparrós, el presi
Urrutia nos trajo al Loco Bielsa.
María Sol, mi
hermanita argentina, no dudó en felicitarme y augurarme alegrías y triunfos con
el Athletic. Y yo puse los ojos en blanco y resoplé: el Athletic no es un
equipo de virguerías, y el argentino no va a encajar.
Ahora mismo,
si hace falta, me presento voluntaria para atar a tan insigne Loco con una cadena
a la entrada de Lezama, y que no se nos vaya.
Llegar a la
final de Copa era lo más deseado. Y la noche del miércoles fue un sueño. Y
aunque lloré, y todos lloramos, también somos conscientes de que estamos
viviendo una página dorada en la historia del Athletic Club. Que es la segunda
vez en sus 144 años de historia que alcanzamos una final europea. Que, como ya
no es UEFA y es Europa League, es la primera vez que se alcanza esta final. Que
si la plantilla que tenemos se merece un aplauso, como grupo humano se merecen
una ovación.
Porque si se
nos cayeron unas lágrimas por haber perdido la final, cuando todos lloramos con
ganas fue al ver a nuestros chavales llorando. Ver a esos fieros leones -aún
cachorros- totalmente inconsolables nos partió el corazón. Por eso volvieron
los cánticos, las bufandas al aire y la celebración. ¡Porque un subcampeonato
de Europa League no lo tiene todo el mundo!
Mención aparte
merecen estos chavales por haber ido a aplaudir a los aficionados que
estuvieron en el estadio. Y también la
plantilla del Atlético de Madrid, por haberles hecho el pasillo cuando fueron a
recoger sus medallas.
Acabo de
eliminar dos grandes párrafos que cargaban con quienes, desde dentro y desde
fuera de la afición del Athletic Club, contaminan sus victorias con propaganda
política y demás miseria. Pero aquí no tienen lugar, ni los párrafos ni ellos.
Porque este año, nuestro Athletic ha demostrado a toda Europa y a todo el mundo
que con una filosofía como la nuestra se puede jugar de maravilla y se puede
ganar a grandes equipos europeos.
Creo, y seguro
que no seré la única, que la definición para esta magnífica temporada es “orgullo”.
Porque esos cachorros tienen que sentirse orgullosos de lo que han logrado, de
lo que han demostrado, y sobre todo por hacer que todos nosotros, los
aficionados, nos sintamos inmensamente orgullosos de que sean ellos quienes
defienden nuestros colores y nuestro escudo.
Y si bien este
último partido de Liga tampoco ha sido lo deseado, poruqe el equipo se merecía
una despedida mejor, sí que esperamos uqe para la final de Copa resurja en los
leones ese instinto que en su día nos convirtió en Reyes de Copas, y el equipo
reciba el justo premio a la magnífica temporada que está haciendo.
Porque a pesar
de los aguafiestas -de dentro y de fuera-, de haber perdido la final de la
Europa League, y de que el final de Liga no haya sido tan brillante como queríamos,
esta leoncita se siente ORGULLOSA -sí,
con mayúsculas- de ese equipo con garra y esos jugadores que, a las órdenes de
un Loco, se dejan la piel en el campo jornada tras jornada.
A los
jugadores y miembros del club, gracias. Al maestro Bielsa y sus ayudantes,
gracias. Y al resto de la afición, gracias; porque lo mejor de disfrutar de
algo tan inusual y magnífico como esta temporada, es saber que no lo estás
haciendo sola.
¡Aúpa
Athletic, siempre contigo! ¡Aúpa Athletic, beti zurekin!
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